miércoles, 9 de abril de 2008

FORTIFICACIÓN

Las fortificaciones construidas durante la I Guerra carlista (1832-1839) pertenecieron a las denominadas de campaña (o provisionales), recibiendo en función de sus características las denominaciones de fuertes, baterías y reductos. A ellas sería preciso añadir gran cantidad de trincheras y otras fortificaciones menores. Constaban por regla general de un foso, cuyas tierras eran aprovechadas para constituir un parapeto en forma de polígono irregular en el que se abrían entre dos y cinco cañoneras provistas de sus correspondientes explanadas para la colocación de piezas de artillería. Hacia el centro de la fortificación se levantaban edificios aislados que permitían el acuartelamiento de la tropa y las municiones.




Un puente, fijo, permitía el acceso a la fortificación salvando el foso.

Las fortificaciones abaluartadas estaban rodeadas por un foso y por las denominadas fortificaciones exteriores. La misión de éstas era retardar el asalto final del recinto principal de la Plaza, de forma que cuando el enemigo estaba a punto de asaltar la fortaleza, los defensores que la ocupaban se replegaban a una obra exterior más retrasada o, en el recinto principal de la Plaza, lo que permitía demorar el asalto final y favorecer el agotamiento de las tropas atacantes.

Los elementos de fortificación exterior más usuales son: contraguardias, hornabeques, revellines, caminos cubiertos y glacis.

Las contraguardias están constituidas por dos lienzos de muralla antepuestos a las caras de un baluarte. Los hornabeques están formados por dos medios baluartes unidos por una cortina que extienden lienzos de muralla (alas) hacia la fortificación principal, pero sin llegar a tomar contacto con ella. Los revellines están diseñados para proteger lienzos de murallas y están formados por dos caras (y normalmente por dos flancos).

Los caminos cubiertos constan de un estrecho terraplén que recorre la parte más alejada de las fortificaciones exteriores, limitado hacia la plaza por un foso y hacia la campaña por un parapeto de fusilería que se apoya en el glacis. Está generalmente interrumpido (al menos parcialmente) por traveses (montículos de tierra que impiden la enfilada de los disparos enemigos) y por pequeñas plazas de armas.

El glacis es una ligera pendiente descendente que, partiendo del parapeto del camino cubierto, se extiende hacia la campaña. Era fundamental que permaneciese libre de obstáculos, con el objeto de que el enemigo quedara siempre al descubierto y los disparos de los defensores pudieran rechazar inicialmente cualquier aproximación.

En general, puede considerarse la Fortaleza con una traza de defensa a base de largas cortinas altas a barbeta, con asentamientos de cañones complementado por otros parecidos alojados en casamatas. Su traza, un tanto forzada e irregular, debido al largo período constructivo y a la pre-existencia del fuerte de la Reina Ana, iniciado por los ingleses, responde a la dinámica de ataque-defensa, que se corresponde a la evolución tanto de artillería como de los sistemas de fortificación europeos. Conviene, por lo tanto, tener en cuenta las construcciones y sus sistemas de defensa de la época para situarnos en el marco histórico y evolutivo de las construcciones de defensa.

La fortaleza quedó diseñada definitivamente hacia finales del siglo XIX. El desarrollo en línea poligonal consiste esencialmente en un foso limitado por los muros verticales de escarpa y contraescarpa que lo enmarcan, el camino cubierto que bordea su parte exterior y el glacis que envuelve el conjunto. El frente poligonal presenta entrantes y salientes numerados del 0 hasta el 9 (o 10). En los entrantes 2 y 5 el foso se ensancha para albergar sus reductos, que refuerzan la defensa. En dirección al camino de los Freus se adelanta la obra saliente denominada hornabeque (frente seis), primera obra defensiva a vanguardia para resistir un ataque terrestre que tiene a retaguardia un foso particular, denominado cortadura, en cuyo centro se ensancha para albergar su reducto. Próximo a la bocana del puerto de Mahón, se abre la puerta de la Reina, que se cubre con la contraguardia para reforzar la entrada al recinto. Al final, el frente poligonal termina sobra la cala del Clot de la Mola, denominado frente 10, después del baluarte nueve.

A la boca del puerto, exteriormente al recinto poligonal de la fortaleza, se instaló la batería Reina Regente, mientras que en el interior del recinto, sobre los acantilados, se instalaron las siguientes baterías: Enterrada, General Castaños, Reina Victoria, Clot, General Álvarez de Castro, General Palafox, Esperó, Alfonso XII, General Ricardos y General Barceló. Posteriormente, durante la Segunda República, en 1930, las baterías Vickers de 38,1 y 15,24 cm. ubicadas en punta Esperó.


*Fuente principal: Terrón Ponce, J.L. Fortaleza de Isabel II en el puerto de Mahón. Estudio arquitectónico y análisis táctico. Consorcio Museo Militar de Menorca,ISBN: 84-921948-8-X.

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